https://www.hoy.es/opinion/cesar-rina-simon-detonacion-20241012225703-nt.html
La detonación
La Consejería de Educación, Ciencia y Formación Profesional -el nombre es literal- ha publicado recientemente dos convocatorias de proyectos y ayudas a grupos de investigación. Pueden leerlas en el DOE del 26 de agosto y del 2 de septiembre 2024. Cayeron en mis manos accidentalmente y muy a mi pesar. No daba crédito a lo que estaba leyendo. Unté una toallita con Sanytol para limpiar la pantalla del ordenador, bañé mis ojos con colirios y encendí una ramita de palosanto. Nada. La mancha seguía ahí como testimonio para las generaciones futuras de cómo cargarse un proyecto con nueve siglos de historia llamado universidad.
No crean que la cosa va sólo de partidos, pues los últimos gobiernos, de aquí y de allá, han puesto juntos las manos sobre el detonador. Va de irresponsabilidad por dejar en manos de telepredicadores del mercado algo tan delicado como el conocimiento. Las convocatorias, que se copian de una comunidad a otra, están redactadas con el lenguaje pseudotécnico de una convención de influencers y pretenden que la universidad funcione como una startup. Su espíritu desprecia el trabajo de científicos y humanistas desde el momento en que les exige que busquen un rédito inmediato a sus investigaciones: que generen empresas o que atraigan turismo. Que si no hay money money todo lo que descubran, aprendan o enseñen no habrá servido para nada. Porque para estos bárbaros el conocimiento sólo es un medio para llegar a la pela, que en su jerga denominan “aplicación”. Y por eso los físicos deben convertirse en vendedores de teletienda, los arqueólogos, en free tours que cuenten patochadas y los filólogos tienen que reorientar sus esfuerzos al marketing digital. En las noventa páginas no hay el mínimo atisbo de respeto por las humanidades ni por la experimentación básica. ¡Qué experimenten otros! ¡Y que lean otros, oye! Tampoco hay sensibilidad por la educación, piedra angular de todo lo bueno que hemos creado. La resistencia -y la decencia- está liderada en Extremadura por InvestigaEx, una asociación que trabaja de forma altruista para salvar la investigación en esta tierra y evitar que la universidad se convierta definitivamente en un centro de expedición de títulos.
El error de fondo radica en pensar que la cura de enfermedades o el descubrimiento arqueológico se pueden lograr con unos miles de euros en el plazo de dos años. El conocimiento requiere décadas y siglos de errores, de investigaciones inútiles y costosas que con el paso de los años, tatatachán, den inesperadamente con algo llamado ARN mensajero con el potencial de salvar, mucho tiempo después, millones de vidas. Si dependiera de estas convocatorias no se habría producido ningún avance científico o humanístico significativo, pero eso sí, los investigadores habrían aprendido a vender muy bien la moto y a contarle al rey desnudo cuánto brilla su traje. Todos muertos, pero muy contentos.
Pueden pensar que esto es algo sectorial, que afecta sólo a un número reducido de profesores. Sin embargo, esto tiene que ver con nuestro tuétano. Es síntoma y acelerante de los incendios que nos rodean mientras preferimos creer que las llamas son fuegos artificiales. El mal olor sólo podrá desaparecer cuando aceptemos que la pestilencia no es Chanel n. 5.